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Todas hemos querido alguna vez ponernos un vestido laaargo y pomposo, y en este caso Toñi lo tenía muy claro. Cuando me llamó, me dijo:

– Quiero un vestido de princesa.

– Pues no se hable más -, contesté yo.

¡Y manos a la obra! Nos reunimos en el taller para ver diseños y tejidos y poco a poco hemos ido viendo los detalles hasta alcanzar el resultado final.

Nuestra invitada perfecta tenía claras tres cosas: 1.- qué zapatos iba a llevar (unos divinísimos Manolos azul eléctrico), 2.- que el vestido tenía que ser de algún color pastel que contrastara (rosa, malva o similar), y 3.- que la falda del vestido tenía que ser pomposa (muy pomposa).

Elegimos una gasa bambula con flores bordadas rosa palo que era perfecta para lo que teníamos en mente, y para dar volumen a la falda, un buen cancán de tul que arma y da forma. Para permitir el paso y dejar que se vean los zapatos al andar, el bajo delantero es un poco más corto y la parte de atrás lleva un poco de cola.

La confección de este vestido es bastante compleja y delicada, pero el resultado es verdaderamente espectacular.

El toque especial del vestido se lo da el escote, adornado con flores cosidas con piedras de cristal (una a una, con mucha paciencia y buen pulso) sobre el cuerpo de crepe satén rosa palo.

Y para que el conjunto sea perfecto, cerramos con un cinturón de raso mikado azul eléctrico con lazo en la espalda a juego con los Manolos.

Y así de guapa iba Toñi el gran día:

¿Qué os parece? ¿Espectacular o no? ¡Que levante la mano quien quiera sentirse princesa por un día!