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El título de este post es una copia del texto que me ha dedicado Johana, la protagonista de este cuento, una chica encantadora, natural y divertidísima, que un día cualquiera de mayo me propuso transformar el vestido de novia de su madre en uno que fuera otro y el mismo a la vez para casarse con él 46 años después.


Cuando leí su mail, el corazón me dio un vuelco, por la ilusión que me hacía llevar a cabo un proyecto tan bonito y entrañable, y a la vez por la responsabilidad que conlleva vestir a una novia en su gran día. Por supuesto acepté. A los pocos días me visitó Johana vestido en mano, acompañada de su madre (modista de profesión!), quien también depositó toda su confianza en mi desde el principio para modificar el que fue en su día su vestido de novia.


Después de probárselo y medirla, me puse manos a la obra: aumentar las costuras, dar forma a las pinzas, rebajar el escote por delante y por detrás, cortar el bajo, eliminar el vuelo de la cola, reparar todas las costuras interiores, modificar el detalle del lazo añadiendo otro y por último, hacer el cancan para dar volumen, a juego con tres capas en blanco y negro. Y este es el resultado:

1966

2012

El antes:

 


El después:

Ha sido mucho trabajo, pero volvería a hacerlo mil veces, porque merece la pena, y ver la cara de felicidad de Johana y su madre al probarse el vestido y al verlo terminado es una satisfacción que no tiene precio.


Gracias a Johana por dejarse hacer, por cerrar los ojos y ponerse en mis manos con toda la confianza del mundo, por involucrarse conmigo en todo momento, y por las palabras que me ha dedicado (casi lloro…), y por supuesto, gracias a su madre y su hermana por creer en mí desde el principio.